jueves, 24 de mayo de 2007

Luis Caballero





Por:
Maria Ignacia Ardila E


Luis Caballero nació en Bogotá en 1943. Estudió en la Universidad de los Andes y en la Academia de la Grande Chaumière de París. Fue pintor y dibujante, siempre figurativo. En su obra Luis Caballero trató siempre el mismo tema: el erotismo. Sin embargo, la manera en que realiza sus obras fue evolucionando con el paso del tiempo. En un principio sus figuras eran muy esquemáticas y estaban definidas por una línea gruesa. Más tarde, y en un momento específico, logró que sus personajes cobraran vida.

A mediados de la década de 1960, Luis Caballero realizaba pinturas que estaban muy relacionadas con el expresionismo. En sus obras aparecían personajes, a veces solos, a veces acompañados. Estaban delimitados por una línea negra y gruesa y en su interior había otra serie de líneas repetitivas que hacían que los hombres que aparecían en las pinturas parecieran estarse contorsionando. Sin embargo las figuras eran muy esquemáticas; encontramos ejemplos de esto en el hecho de que estaba apenas insinuado el punto donde comienzan los brazos, en la cabeza no aparecía ningún esbozo de rostro. Las formas estaban puestas sobre fondos planos de colores fuertes, entre los que predominan el amarillo y el azul, de tal forma que parecen recortadas; la disposición de las formas hace que parezcan organizadas, no que están así por su propia voluntad.

En 1968, Caballero obtiene el primer puesto en la I Bienal Iberoamericana de Pintura de Coltejer con un políptico. En esta obra hace algo que nunca había hecho: hace que el espectador esté adentro. Esta obra estaba constituida por trece piezas de gran tamaño que se ubicaban en las paredes, piso y techo del espacio, envolviendo por completo a la persona que lo veía. El mismo autor se refirió a su obra como una pequeña Capilla Sixtina. En esta obra los personajes son muy similares a los de sus pinturas anteriores, al igual que los fondos amarillos y azules donde están ubicados. La diferencia con sus producciones anteriores era la forma en la que involucraba al espectador y lo hacía sentir uno con la obra.

También en 1968, Luis Caballero se traslada a Francia para residir permanentemente en ese país. Este hecho produce un marcado corte en su vida, y por consiguiente, en su obra. El artista siente que los cuerpos que pintaba, que él mismo dice que más que cuerpos eran formas orgánicas, se vuelven cada vez más y más monótonos, casi una fórmula. Por esta razón decide que debe volver a la observación del natural. Antes sentía que al dibujar algo dibujaba simplemente la idea que tenía de ese algo; una vez en París empieza a estudiar de nuevo las cosas para así llegar a comprenderlas realmente. Caballero quería, al dibujar un cuerpo del natural, sentirlo y comprenderlo.

Es a partir de este momento que la obra de Luis Caballero cambia, no solo en cuanto a la forma sino también en cuanto al tema. Aunque trate el mismo tema durante toda su carrera, el erotismo, la visión que tiene del mismo se va transformando. En un principio los cuerpos que pintaba eran mucho más violentos y hasta más sexuales que sensuales.

A principios de la década de 1970, Caballero examina la iconografía religiosa y el arte del Renacimiento y del Barroco. Los hombres que aparecen en sus obras están en posiciones que recuerdan al manierismo, sus figuras son de colores claros, casi como la piel. Siguen estando delimitados por una especie de contorno negro, pero el dibujo gana cada vez más fuerza, hasta convertirse en uno solo con la pintura. Los personajes están ahora sobre fondos que tienen tonos similares a los de ellos, solo un poco más oscuros, esto hace que ya no se distancien tanto. Sin embargo siguen estando en un espacio ambiguo aunque hay una leve insinuación a un paisaje. Aparece una línea horizontal, que en algunas obras es una especie de atadura que amarra al personaje creando ritmos, y en otros sería la unión entre cielo y tierra.

En las obras en las que aparece un solo personaje de frente al espectador, hace que las figuras estén en un estado muy similar al éxtasis. Los cuerpos están en un estado que parece confinarlas a la gravidez y aparenta confinarlas a la tierra. Las posiciones en las que están crean grandes tensiones que se pueden leer de varias maneras, pueden ser dolor o placer, muerte o elevación. Y es que en esta época Caballero busca la ambigüedad.

“La obra de Luis Caballero surge de la tensión entre contrarios. Usando el cuerpo como convención, como signo que se mimetiza con los cánones del ideal clásico […] suma y resta las ambigüedades y conflictos intermitentes entre voluptuosidad y violencia, éxtasis y muerte, belleza y laceración, mortalidad e inmortalidad, placer y sacrificio, trasgresión y confesión, religiosidad y emoción sensual.”
[1]

Pero sobre todo se evidencia en la obra de Caballero una búsqueda en cuanto a la contradicción de la vida en su aspiración de éxtasis.

Los personajes que aparecen en sus pinturas de esta época aparecen en posiciones en las que aparecen colgados, retorciéndose o atados. Son posiciones que recuerdan las de los santos y los mártires que murieron siendo torturados (como San Sebastián, Santa Teresa y hasta el mismo Cristo). Pero el cuerpo en este caso trae consigo la pureza. Al morir por Cristo, así sea de forma violenta, los mártires encuentran placer. Por esta razón Caballero recurre tanto al tema de San Sebastián, que además le da una excusa para pintar y erotizar al desnudo masculino y de convertirlo casi en un ideal.

“Nací en un país latino, religioso, violento y fanático. La religión dominó mi infancia. Religión de imágenes, resueltamente visual. Aprendí con esas imágenes a amar y desear. Todavía me obsesionan y siguen siendo la base de mi pintura. Quisiera poder experimentar ahora el mismo sentimiento de adoración y deseo que me invadía de niño en las iglesias. La crucifixión, la Pietá, el Descendimiento, el Cuerpo yacente.”
[2]

Al igual que el arte que se encuentra en las iglesias, Caballero quiere conmover con su pintura. Quiere trasmitirle algo al espectador, no simplemente con el sexo sino a través de este, que hace que el espectador se despierte y vea. Caballero no quiere solo resumir los sentimientos de deseo y erotismo en las obras en las que aparecen las figuras frontales, quiere producirlos. Quiere crear una relación y una tensión, no entre diferentes obras o diferentes elementos de la misma obra, sino entre la figura y el espectador. El espectador entra a formar parte de la obra, tal como lo hacía en la Cámara que presentó a la Bienal de Coltejer. La persona que ve la obra ya no la ve desde afuera sino que mantiene una relación directa con esta, la enfrenta.

Cuando el espectador queda como igual ante lo que se le presenta, las figuras pintadas cobran vida propia. Se alimentan de quien las ve y se vuelen tan enérgicas y fuertes como quien las ve. Caballero les daría solo la existencia física y ganarían la presencia espiritual solo al ser observadas. “Me gustaría que esas figuras llegaran a ser un día más vivas aún que el hombre. Más llenas de presencia […] imágenes con poder propio; especies de íconos religiosos cargados de vida y de misterio.”
[3] Caballero pretende hacer que las imágenes que crea se impongan más que la realidad.

Después de participar en la bienal de Coltejer de 1968, Caballero lleva su pintura a otro nivel. Cambia tanto en lo formal como en lo conceptual sin que esto signifique haber perdido sus características esenciales. Sigue utilizando la línea y la pintura, pero desarrolla más la primera, que lo llegará a ser su estilo característico, dándole cada vez una mayor importancia y libertad. Aumenta la expresión de las figuras masculinas que presenta, volviéndolas muy manieristas, lo que recuerda la influencia que muy seguramente recibió del arte que lo rodeaba en Europa. Por otra parte, sigue tratando el tema del desnudo, sobre todo masculino; pero lo hace poniendo en evidencia, de manera más notoria, sus raíces. En las obras de inicios de los setenta se muestra más su origen latino, proveniente de una cultura llena de tabúes y misticismo religioso. Es quizá por esto que el pintor afirma que nunca se sintió más latino y más colombiano que cuando vivió en París.





Bibliografía

PONCE DE LEÓN, Carolina, Los signos del cuerpo, en Luis Caballero: Retrospectiva de una confesión, Banco de la República, Bogotá, 1991.

CABALLERO, Luis, Es el cuerpo lo que yo quiero decir, en: catálogo de la Galería Albert Loeb, 1982.

CABALLERO, Luis, Diez preguntas de Marta Traba a Luis Caballero, en folleto de exposición, Museo de Arte Moderno de Bogota, 1973, en http://www.colarte.com/colarte/conspintores.asp?idartista=17.

RUBIANO CABALLERO, Germán, en http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/cabaluis.htm

http://www.lablaa.org/coleccionarte-luiscaballero.htm

LONDOÑO VELEZ, Santiago, Caballero: documentos de identidad, 1992, en http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti5/bol29/caba.htm

Caballero y el Erotismo, en
http://www.colarte.com/recuentos/C/CaballeroLuis/entrevista.htm

TRABA, Marta, Exposición de Luis Caballero en el Museo de Arte Moderno, El Tiempo, Bogotá, 1966

GOODALl, Donald, Luis Caballero, El Sello Editorial, Bogotá, 1995

GONZALEZ, Beatriz, Luis Caballero, en Luis Caballero: Retrospectiva de una confesión, Banco de la República, Bogotá, 1991.

[1] PONCE DE LEÓN, Carolina, Los signos del cuerpo, en Luis Caballero: Retrospectiva de una confesión, Banco de la República, Bogotá, 1991.
[2] CABALLERO, Luis, Es el cuerpo lo que yo quiero decir, en: catálogo de la Galería Albert Loeb, 1982.
[3] CABALLERO, Luis, Diez preguntas de Marta Traba a Luis Caballero, en folleto de exposición, Museo de Arte Moderno de Bogota, 1973, en http://www.colarte.com/colarte/conspintores.asp?idartista=17.

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